Podemos pensar que nuestro proceso de toma de decisiones es adecuado y funciona a la perfección. Sin embargo, es posible que alguna vez hayas tomado alguna decisión de la que no te hayas sentido muy satisfecho.
Los juicios en base a los que se produce la toma de decisiones, muchas veces se ven influidos por prejuicios, emociones, simplificaciones, etc. que pueden llevarnos a tomar la decisión equivocada.
Mejorando nuestra toma de decisiones
Sin embargo, la investigación ha señalado unas cuantas claves a la hora de llevar a cabo una mejor toma de decisiones. Pasamos a indicar cuáles son.
1. Tomarse tiempo
Seguro que alguna vez has escuchado el dicho de «consúltalo con la almohada». No es un dicho arbitrario. Tomarnos unas horas o días para reflexionar sobre la decisión conduce a una mejor elección. Así lo señala la investigación, la cual indica que, incluso un periodo corto de tiempo nos ayuda a ser más precisos en nuestra toma de decisiones.
En un estudio publicado en la revista PLoS One, los investigadores de la Universidad de Columbia Medical Center, sometieron a voluntarios a la elección de responder cuando quisieran en una tarea de ordenador, o responder cuando una señal se lo indicara.
El estudio reveló que incluso unos pocos milisegundos mejoraban la precisión de la respuesta. «El aplazamiento del inicio del proceso de decisión de tan sólo 50 a 100 milisegundos permite al cerebro para centrar la atención en la información más relevante y bloquear distractores irrelevantes», explicó Jack Grinband, uno de los autores del estudio y profesor asistente de radiología clínica en Columbia University Medical Center.
Por lo tanto, para mejorar nuestra toma de decisiones, debemos concedernos una pausa (aunque sea breve) antes de decidirnos por una alternativa.
2. Mejor con inteligencia emocional
En un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Toronto, los voluntarios que tenían una mayor inteligencia emocional llegaron a mejores decisiones.
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El estudio, publicado en la revista Psychological Science, dividió a los participantes con niveles bajos y altos de la inteligencia emocional.
Los investigadores encontraron que aquellos con niveles más bajos de comprensión emocional tendían a dejar que su ansiedad acerca de otros temas en sus vidas, influyera en las decisiones actuales, mientras que los que tenían altos niveles de inteligencia emocional, no.
«La gente suele tomar decisiones que son influenciadas por emociones que no tienen nada que ver con las decisiones que están tomando», explicó uno de los coautores del estudio, Stéphane Côté, profesor de la Universidad de Toronto Rotman School of Management. «La investigación ha encontrado que somos presa de esta influencia todo el tiempo.»
Los investigadores encontraron, sin embargo, que los participantes conscientes de que su ansiedad no estaba relacionada con el tema en cuestión, tomaban mejores decisiones.
Esto indica que las personas pueden ser capaces de postergar decisiones hasta que son capaces de centrarse sólo en el tema en cuestión, o al menos centrarse únicamente en las emociones que están relacionadas con la decisión actual.
«Las personas que son emocionalmente inteligentes no ignoran todas las emociones de su toma de decisiones», explicó el Prof. Côté. «Eliminan aquellas emociones que no tienen nada que ver con la decisión».
3. El estrés bajo control
La investigación también han encontrado que el estrés puede afectar la manera en que tomamos decisiones, muchas veces de forma negativa.
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El estudio, publicado en Current Directions in Psychological Science, solicitó a los participantes bajo estrés, que colocaran una mano en agua helada durante varios minutos. Los investigadores encontraron que en estas situaciones de estrés, los participantes fueron más propensos a prestar atención a la información positiva, mientras que desatendían la información negativa.
Los autores del estudio, Mara Mather y Nichole R. Lighthall, sugieren que cuando tomamos una importante decisión bajo estrés, por ejemplo decidir si debemos aceptar un nuevo puesto de trabajo, somos más propensos a centrarnos en los beneficios de cada alternativa en lugar de las desventajas potenciales.
Por ejemplo, a la hora de sopesar los pros y los contras de una oferta de trabajo, nos centramos más en los beneficios como el aumento de salario y tiempo libre, en lugar de los negativos, como más horas de trabajo y un viaje más largo.
Es por ello que, si queremos mejorar nuestra toma de decisiones, debemos controlar el estrés para que no ignoremos las consecuencias negativas de la decisión.
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4. Perspectiva
Cuando lo que nos preocupa es algo relacionado con nuestra vida personal (problemas de pareja o familiares), las emociones pueden nublarnos el juicio.
De acuerdo con un estudio publicado en la revista Psychological Science, considerar el problema desde la perspectiva de un observador externo puede ayudarnos a tomar la decisión con la «mente más fría».
En el estudio, se pidió a los participantes imaginar un escenario en el que su pareja le fuera infiel o imaginar una situación en la que la pareja de un amigo fuera infiel.
El estudio reveló que aquellos que habían imaginado la situación de infidelidad del amigo, tomaron decisiones más sabias y razonadas que los que imaginaron una infidelidad en su propia pareja.
Variaciones posteriores del estudio señalaron que, cuando se pedía a los voluntarios que pensaran en sus propios problemas de pareja «desde los ojos de un amigo», también se alcanzó una toma de decisiones más razonada.
Resumiendo, ante la toma de decisiones, sobre todo si es complicada, debemos «separarnos» del problema en cuestión, tomando unas horas para la reflexión y valorando la situación como lo haría un observador externo.