¿Alguna vez has sentido ansiedad por comer? Me refiero a esa sensación que hace que te dirijas a la nevera o al armario de las galletas casi automáticamente, cojas el paquete y comiences a comer, casi sin reparar en el sabor de lo que comes ni en la cantidad, y que no te sientas capaz de parar. Te cuento por qué te pasa esto.
Es ansiedad por comer, pero no es hambre
Aunque le llamemos «hambre emocional» y se haya puesto tan de moda últimamente. Cuando tienes ansiedad por comer no es el hambre lo que estás intentando calmar, si no algún bloqueo o conflicto emocional que no estás sabiendo gestionar de otra manera.
Probablemente no sepas identificar en un primer momento un detonante concreto y pienses que en tu caso no hay una causa que justifique esa conducta, pero no serías ni la primera ni la última persona que, tras un análisis profundo, localiza ese detonante que a priori no era capaz de ver.
Piensa un poco en qué puede haber sido, qué te ha ocurrido ese día, esa semana, ese año incluso. Qué aspectos de tu vida no estás consiguiendo resolver y puede que hayas intentado apartar. ¿Hay demasiado estrés en el trabajo? ¿tienes mala relación con tu madre desde hace tiempo? ¿tienes dificultad para poner límites y asumes todo lo que te viene? ¿sientes insatisfacción y falta de control en aspectos importantes de tu vida? ¿te sientes triste?.
Es importante tener claro que la ansiedad por comer es una estrategia de afrontamiento, es decir, existe un problema del que puedo ser o no consciente, y mi forma de afrontarlo es a través de la comida, porque o bien no sé hacerlo de otra manera o bien no quiero.
¿Pero por qué ansiedad por comer?
¿Por qué hambre emocional? ¿Por qué no gestionamos esa ansiedad con otra cosa? Bueno, hay varias razones, pero la principal es que la comida es un reforzador primario y probablemente, el más potente. ¿Eso qué significa?
La comida cumple un papel básico en la supervivencia, por lo que, consumirla está asociado a una sensación de satisfacción inmediata porque nos calma el hambre y nos mantiene con vida. Nuestra mente lo sabe, no tendría sentido que comer fuera una conducta desagradable si nuestra vida depende de ello, ¿no?
Pero cuando tenemos hambre emocional, no solemos buscar una manzana o un plato de brócoli, ¿verdad? Normalmente, buscamos alimentos muy calóricos y, sobre todo, con mucho sabor. Incluso podemos preferir hidratos de carbono y azúcares: pasteles, chocolatinas, galletas, patatas fritas y snacks. Los elegimos porque, además de calmar el hambre, también desencadenan una explosión de hormonas de felicidad en nuestro cerebro.
Y por si esto fuera poco, también hay que tener en cuenta el factor social: quedamos para comer con amigos, celebramos comidas familiares, regalamos bombones, hacemos tartas para nuestros seres queridos, incluso puede que premiemos a nuestros hijos con gominolas o una cena en la pizzería. Hemos aprendido a premiarnos con comida, también.
¿Cómo puedo dejar de tener hambre emocional?
Si has estado atent@ a lo que hemos comentado arriba, habrás deducido que detrás de esta conducta, hay bloqueos y conflictos emocionales que no se están atendiendo y es, a través de la comida, que intentamos sentirnos mejor.
El problema es que el alivio dura lo mismo que dura un donut y, después, no solo sigue habiendo ansiedad, sino que además hay culpa. Y empieza a complicarse la situación, porque puedo volver a buscar alivio para ese malestar en la comida, en un ciclo sin fin.
¿La solución? Empezar a gestionar ese bloqueo que no estoy atendiendo:
- Identifica cuál es el problema, qué emoción o necesidad no estás escuchando.
- Detecta qué te impide resolver ese conflicto de forma adecuada.
- Encuentra y aplica una estrategia de afrontamiento sana que resuelva el problema y alivie la ansiedad por comer.
- Aprende a evitar que te vuelva a ocurrir, atendiendo más a tus necesidades.
Debemos dar a nuestra mente otras herramientas más saludables para gestionar sus necesidades emocionales, y esas herramientas van a depender de cuál sea la situación que nos está desestabilizando.