En un post anterior os señalábamos cuáles eran los principales tipos de apego. En esta ocasión, trataremos sobre de qué forma esos estilos de apego emocional se manifiestan en las relaciones que mantenemos cuando somos adultos.
El apego emocional en la infancia
Cuando buscamos una respuesta cariñosa del otro miembro de la pareja y no obtenemos la respuesta que queremos, nuestro sistema nervioso autónomo se activa enviando señales de alarma, seamos conscientes o no de ello.
Reclamar más tiempo con nuestra pareja o un simple gesto cariñoso, cualquier comportamiento encaminado a buscar la conexión con nuestra pareja, estará determinado por la calidad de la conexión que percibamos en la relación.
Buscar esa conexión con un ser querido es un mecanismo para la regulación de las emociones dolorosas. De niños, cada vez que nuestros intentos de conexión no logran evocar una respuesta cariñosa por parte del otro, nuestro cuerpo activa señales de ansiedad por separación. Estas respuestas son muy determinantes.
En función de las estrategias que activemos para manejar esa ansiedad, manifestaremos comportamientos de protesta por la pérdida de conexión, que incluirán reacciones de enfado, ira, depresión, dolor, retirada o desapego emocional, entre otras.
Esta ira emocional o pánico, es una reacción basada en el miedo, que surge con el objetivo de desencadenar una respuesta de afecto en el otro.
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El apego emocional infantil y su influencia en las relaciones futuras
Con el paso del tiempo, nuestra capacidad para abrirnos a la sensibilidad y la accesibilidad emocional, determinará el grado en que nuestras relaciones de pareja son seguras, emocionalmente sanas y duraderas.
1. Apego emocional: Apego seguro
Los padres de niños con apego emocional seguro, tienen en cuenta sus necesidades de forma constante, confían en su capacidad para calmarlos y, por lo tanto, están tranquilos y emocionalmente presentes. Debido a ello, son más empáticos y aceptan con más facilidad los altibajos emocionales de los hijos.
Los niños con apego emocional seguro, se molestan cuando se separan de su madre (figura de apego), pero se calman con rapidez cuando vuelve, respondiendo a los gestos de la madre.
Si sienten miedo, buscan seguridad en los padres. En ausencia de la madre, se dejan consolar por otras personas aunque mantienen la preferencia por la primera. Tienen una percepción del mundo que les rodea como relativamente predecible y confiable.
Más adelante, en la infancia tardía, los niños con apego emocional seguro son más empáticos, menos agresivos en grupo y generalmente, exhiben más sentido común que los niños con estilos de apego inseguros.
Siendo adultos, tienen mayores probabilidades de mantener relaciones de pareja seguras y saludables. También tienen una mayor autoestima, pueden expresar sus sentimientos, escuchar empáticamente los sentimientos de otros, resolver problemas, y exhibir pensamiento flexible.
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2. Apego emocional: Apego ansioso-resistente
Los padres de los niños con apego emocional resistente, no están disponibles emocionalmente y, en general, son temerosos, ansiosos o reactivos a las expresiones de ciertas emociones de sus hijos.
Sus hijos muestran una ansiedad considerable cuando se separan de su madre, y sin embargo, son difíciles de consolar cuando la madre regresa.
El niño puede dar la espalda a la madre o negarse a ser consolado y actuar con ira. Estos niños pueden ser muy desconfiados con los extraños, por un lado, y por otro ser muy «empalagosos» y sobredependientes de los cuidados de su madre.
Cuando son adultos, muchas veces se preocupan por su pareja y por si ésta no les corresponde. Estas personas tienden a ser muy complacientes con sus parejas y su resentimiento tiende a crecer si perciben que no reciben respuestas de aprecio y cuidado por su parte.
Atraviesan rupturas de forma frecuente y afirman que la relación se vuelve fría y distante. Cuando sus relaciones terminan pueden tender a la desesperación y pueden aferrarse a sus hijos en busca de seguridad.
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3. Apego emocional: Apego ansioso-evitativo
Estos niños tienden a mostrar desprecio o indiferencia hacia su madre. Este comportamiento de evitación se acentúa tras un periodo de ausencia de la madre.
Pueden rechazar o no la atención materna, pero no buscan tranquilidad ni contacto en ella, aprendiendo a cuidar de sí mismos manteniendo la distancia con los padres. Se comportan de igual manera con ellos que con los extraños.
En la edad adulta, estos niños tienen dificultades en sus relaciones de pareja. No son conscientes de sus necesidades emocionales, y por lo tanto invierten poca energía emocional en esta unión.
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Sus relaciones tienden a ser superficiales, ya que están acostumbrados a mostrar poca ansiedad cuando su pareja está ausente o a no expresar su dolor ni sensación de distancia.
Les resulta difícil o muy incómodo conectar con las emociones o pensamientos, y por lo tanto pueden utilizar excusas para evitar la intimidad, el afecto y en general, resistir encuentros que les invitan a expresar sus emociones, crecer más y conectar más profundamente con su pareja. Son más propensos a involucrarse en relaciones sexuales esporádicas.
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4. Apego emocional: Apego desorganizado
Los niños con estilos de apego emocional desorganizado muestran una ausencia de patrón primario de relación, por lo que sus comportamientos en relación con sus cuidadores, así como en relación con sus parejas siendo adultos, tienden a ser una combinación entre los patrones evitativo y resistente.
Cuando necesitan seguridad, pueden parecer confundidos o angustiados e inseguros, y pueden comportarse de forma errática. Esta confusión puede tener que ver con experimentar imprevisibilidad en la relación con su figura de apego, que pudo ser a la vez una fuente de consuelo y un factor de miedo intenso.
Apego emocional y relaciones de pareja
Si tras leer lo anterior tiendes a mirar a tus padres con culpa, detente.
Nuestros estilos de apego emocional temprano no son necesariamente idénticos a lo que experimentamos en las relaciones amorosas posteriores. Las experiencias que vamos atravesando con posterioridad pueden alterar y moldear esos estilos de apego emocional.
Nuestro cerebro es muy plástico (modificable), y algunas experiencias de pareja pueden modificar nuestros estilos de apego, bien haciéndolo más seguro, o bien al contrario.
Si bien es cierto que los estudios apuntan a un impacto importante del apego emocional en las relaciones íntimas adultas, es la respuesta del niño ante esas circunstancias de apego y no tanto el comportamiento de los padres, lo que determina, en última instancia, que se desarrolle un patrón de apego emocional u otro.
Por lo tanto, aunque estemos hasta cierto punto condicionados por el apego emocional que experimentamos en la infancia, los estudios señalan que es nuestra manera de percibirlo, experimentarlo o cambiarlo, lo que tendrá, al final, una influencia real en cómo se desarrollen nuestras relaciones de pareja.
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Ref:
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