Por muy buena que sea nuestra actitud y por más positivos que seamos, ninguno de nosotros puede evitar situaciones que nos hacen desesperar. La ira se apodera de nosotros, nuestro juicio se nubla y nos invaden sentimientos destructivos.
Si no tenemos claro cómo controlar la ira, es muy probable que estallemos, como una olla a presión, y la situación empeore por momentos. Estamos fuera de control, actuamos y hablamos sin filtro, y no somos conscientes de hasta dónde podemos llegar si nos dejamos llevar por la ira.
Así que vamos a situarnos en el momento justo. Algo o alguien nos hace enfadar y notamos como se activa esa sensación. Algo dentro de nosotros ha hecho «clic» y sabemos que, si no nos detenemos ahora, la cosa va a ponerse peor, mucho peor. Es en este momento cuando debemos asumir el control.
Cómo controlar la ira y que ella no nos controle a nosotros
1. Cómo controla la ira: Aléjate
Lo sabes. Ya estás irritado, enfadado, encolerizado, y todo tu cuerpo te dice que lo expreses. Quieres gritar, que se te escuche bien, arrugar mucho la frente y dirigirte al objeto de tu ira. Es así, ¿verdad?. Pues lo que debes hacer es justo lo contrario.
Desde el preciso momento en que notes que estás cerca de perder el control, aléjate. Sal de la habitación, ve al baño, sal a la calle, lo que sea que ponga una pared (o dos) entre la situación que despierta tu ira y tu.
Alejándote de la situación evitas decir o hacer cualquier cosa de la que puedas arrepentirte después. Agarra un cojín, presiónalo contra tu cara y grita sin límites, pero hazlo lejos. Es importante que no retomes el tema ni trates de solucionar el problema mientras estés influido por este sentimiento.
2. Cómo controlar la ira: Redirige la ira
Si ya has conseguido salir de la situación con éxito, es posible que todavía estés «refunfuñando» por dentro y continúes dándole vueltas, con el consiguiente sentimiento de rabia.
Quedarte con esta sensación dentro no es bueno, por lo que puedes optar por redirigir esa ira y sacarla. ¿Cómo?. Una forma interesante de hacerlo es con algo de ejercicio. Pero cualquier ejercicio no sirve. Tiene que ser ejercicio de intensidad elevada. Correr a buena velocidad, levantar pesas, boxeo, hacer flexiones. Cualquier tipo de ejercicio que libere tensión y estrés.
3. Cómo controlar la ira: Toma perspectiva
Mirar la situación como si fueras un observador externo, desde fuera. Normalmente, cuando nos vemos inmersos en la situación, las emociones tiñen nuestra percepción y no las vemos de forma objetiva.
Por ello, tomar distancia, intentar separar el aspecto emocional y verlas como si «no fueran con nosotros», puede ayudarnos a percibirlas desde otro punto de vista, con la mente más serena y despejada, y ayudarnos a tomar mejores decisiones.
4. Cómo controlar la ira: Conoce a tu enemigo
Y dime, cuando la ira te invade, entras «en cólera» y sientes ganas de destruir, ¿quién es tu enemigo?, ¿quién dirá o hará cosas con cuyas consecuencias tendrás que vértelas después?. Efectivamente, tu.
Es importante que localices tus puntos débiles en cuanto a la ira se refiere. Esas cosas que sabes que si se dicen o se hacen, puedes perder el control. Reflexiona y encuentra cuáles son para que seas consciente de las mismas.
Conociéndolas, podrás anticiparte y, no solo sabrás cómo controlar la ira sino que, además, podrás prevenir que encontrarte en estas situaciones.
5. Cómo controlar la ira: Trabaja tu ira
Este puede resultar el paso más laborioso de todos, pero también es cierto que es el que más garantías te va a ofrecer a largo plazo. Trabajar tu ira, explorar de dónde viene y si responde a ira que se reprimió en el pasado.
Si no es el caso y tus episodios de ira son puntuales, entonces será suficiente con saber cómo controlar la ira sobre la marcha. Pero si en tu caso, la ira responde a factores más profundos, entonces hay que descubrir cuáles son esos factores y trabajarlos.
Un profesional de la salud mental te puede proporcionar herramientas y acompañarte en el proceso de búsqueda, así que no descartes la idea. Piensa que es la mejor forma de mantener el control sobre tu ira de forma definitiva, en lugar de tener que escapar de las situaciones para siempre.
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