Cada vez son más los profesionales que reconocen la importancia de desarrollar la inteligencia emocional en la escuela. La educación debe preocuparse por construir los pilares básicos para el desarrollo emocional de los niños.
Cuando pensamos en la inteligencia emocional, debemos remontarnos a edades tempranas, en las que el desarrollo psicológico social e individual están en su máximo apogeo.
Y es que habilidades como la asertividad, la empatía o la motivación se empiezan a desarrollar en edades tempranas, y la escuela es el lugar ideal para que los niños comiencen a sentar las bases de su educación social, emocional y personal.
Inteligencia emocional en la escuela
Motivación, autorregulación, conciencia de uno mismo, empatía y habilidades sociales; estos factores constituyen las habilidades principales de la inteligencia emocional y serán los puntos sobre los que haremos énfasis.
Puedes leer más sobre estos factores aquí: Inteligencia emocional. ¿Qué es y qué habilidades la componen?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la figura de autoridad en clase (el profesor) debe ser un reflejo de lo que quiere transmitir a los alumnos y debe predicar con el ejemplo, constituyendo una fuente de aprendizaje en sí mismo.
Motivación, autorregulación y conciencia de uno mismo
A la hora de trabajar la inteligencia emocional en la escuela, estas son algunas herramientas de aprendizaje que van a servir al estudiante a lo largo de todo su proceso de formación, dándole confianza en sí mismo, en sus capacidades y valores.
Un aula en la que cada uno pueda ser consciente de sus puntos débiles y fuertes, tomar conciencia de la realidad y poder a la vez gestionar sus emociones, reforzará el carácter y autoestima de los niños de manera muy positiva.
En este sentido, tiene una influencia capital el refuerzo positivo, por medio de varias vías, pasando de una motivación extrínseca a una intrínseca, desarrollando así autoestima y carácter.
Una actitud cordial, segura y cariñosa del profesor, un sistema de evaluación y recompensa adecuado, tanto de los aspectos positivos como de los negativos, y enfocado al corto plazo y los pequeños detalles, hacen que el alumno pueda ser consciente de su evolución y que pueda extrapolar estas situaciones de superación en la escuela a su vida cotidiana.
Empatía y Habilidades sociales
Uno de los problemas más acuciantes de nuestra educación, y por tanto de la sociedad, es la insistencia en educar en lo material y obviar u olvidar lo personal, haciendo que en la vida adulta aparezcan carencias, tanto emocionales como de capacidad de gestión del desarrollo propio.
La solución pasa por una educación emocional desde la infancia y la práctica de comportamientos y habilidades sociales, tanto externas como internas, de manera que se estimulen tanto conocimientos y capacidades, como valores.
Por eso vamos a tener en cuenta dos aspectos primordiales, la identificación y expresión de las emociones, y la cohesión grupal y habilidades de comunicación.
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Del autoconocimiento a las relaciones
Los niños que son capaces de identificar cómo se sienten y expresarlo, desarrollan también la conciencia de si mismos, lo que les permite que puedan llevar su atención a lo que les ocurre por dentro y cómo transcurre.
A su vez, serán capaces de percibir emociones y sentimientos en los demás, lo que les permitirá construir una vida social respetuosa con el prójimo y sus sentimientos, lo que llamamos empatía.
El desarrollo de la empatía va a permitir que exista un grupo cohesionado en el aula, en el que destaquen el respeto y la cordialidad.
Uno de los aspectos a tener en cuenta es la comunicación personal. El profesorado deber tener en cuenta lo que supone el desarrollo de las habilidades comunicativas, tanto para ellos mismos como para el alumnado.
Cuando hablamos para un grupo estamos poniendo a prueba nuestra autoestima y gestión personal. Si nos vemos en la tesitura de tener que hablar en público, debemos hacer uso de nuestro autocontrol y disciplina, para conseguir que el mensaje llegue a los demás de manera ordenada, con un lenguaje tanto corporal como dialéctico adecuado, y haciendo, además, uso de la asertividad y las habilidades sociales, valores positivos para un desarrollo óptimo.
Por eso los educadores innovadores hacen énfasis en la creación de debates y de un ambiente en el aula democrático, respetuoso y en el que cada uno pueda tener su lugar y capacidad para expresarse e interactuar.
Por último, en lo referente al profesorado, es importante recordar la práctica de un feedback entre grupo y maestro continuo, que saque a la luz problemas ocultos que pudieran resultar perjudiciales.
Detectar los problemas o deficiencias en los niños y exponerlos, proporcionará el contexto óptimo para motivarles y que sean más conscientes de su propio aprendizaje, teniendo, por tanto, más control sobre el mismo.
Éstas son algunas estrategias para desarrollar la inteligencia emocional en la escuela pero no debemos olvidar que debe completarse con la educación que damos a los niños en casa.
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*Agradecimientos a mi buena amiga Lydia, por colaborar en la elaboración de este artículo y ser una excepcional profesora y educadora.