El efecto halo es la tendencia de las personas a hacer juicios sobre los demás en función de determinadas características que poseen. Pensar, por ejemplo, que si una persona es simpática también será inteligente.
Esto es lo que en psicología social se conoce como «efecto halo». Podemos pensar en un presentador de televisión que sea atractivo y divertido. Automáticamente le atribuiremos características como que es inteligente, coherente, amable, y así un largo etcétera.
De la misma forma ocurre con los políticos, los cuales intentan parecer cercanos y comprometidos. En resumen, el efecto halo se refiere al hecho de que las personas tendemos a pensar que los demás «son buenas personas» por el simple hecho de que «parecen buenas personas».
Lógicamente, con un conocimiento más profundo de la persona, muchas de las veces encontraremos evidencias de que estábamos equivocados.
En la década de 1970, el psicólogo social Richard Nisbett se dispuso a demostrar el poco acceso que tenemos a la realidad cuando estamos bajo la influencia del efecto halo.
El efecto halo en la investigación
Nisbett y Wilson querían examinar la forma en que los estudiantes que participaron en el estudio hacían juicios sobre un conferenciante (Nisbett y Wilson, 1977). Se dijo a los estudiantes que la investigación versaba sobre la evaluación de profesores.
En concreto, se les dijo que los investigadores estaban interesados en si los juicios variaban en función de la cantidad de exposición a un profesor determinado, lo cual no era cierto.
De hecho, los estudiantes se dividieron en dos grupos a los que se iba a presentar dos vídeos diferentes de la misma profesora, la cual tenía un acento belga muy pronunciado.
Un grupo observó a la profesora contestando una serie de preguntas de forma muy cálida y acogedora. El segundo grupo, vio a la misma profesora responder a las mismas preguntas, pero esta vez de forma fría y distante.
Los investigadores se aseguraron de que la diferencia entre ambas condiciones fuera obvia. En la primera, la profesora se mostraba abierta a la enseñanza y accesible a los estudiantes mientras que en la segunda se mostró una figura mucho más autoritaria, que no disfrutaba con su labor.
Después de ver a la profesora, se pidió a cada grupo de estudiantes que calificara aspectos de la profesora como su apariencia física, sus gestos o su acento (los gestos fueron similares en ambas condiciones experimentales). Tal como cabría esperar, el efecto halo se manifestó en las diferentes calificaciones.
Los estudiantes que vieron a la profesora «amable», la valoraron como más atractiva, con gestos más agradables y con un acento más bonito.
¿Efecto halo? ¿Qué efecto halo?
Cuando se comunicaron los resultados a los participantes, no alcanzaban a entender la disparidad en las valoraciones.
Se les sugirió que, el hecho de que la profesora «les gustara» podría haber influido en los juicios que hicieron sobre ella. La mayoría de los estudiantes afirmó que esta influencia no les afectó para nada.
Los estudiantes que habían visto la versión «distante» de la profesora pensaban de forma inversa, es decir, que su opinión sobre características específicas (gestos, acento y apariencia) había influido en su evaluación global sobre la simpatía de la profesora.
Pero los investigadores no habían tenido suficiente por lo que entrevistaron a los estudiantes de nuevo y les hicieron la misma pregunta acerca de si pensaban que su opinión personal sobre la profesora podía haber influido en la evaluación de sus atributos específicos.
Los estudiantes se mantenían firmes. Todos afirmaban no haberse dejado influir por lo agradable de la profesora a la hora de valorar su apariencia, gestos y acento. Ninguno había sido consciente de la influencia del efecto halo.
El efecto halo en la vida cotidiana
El efecto halo es muy conocido y utilizado en los negocios. Por ejemplo en la industria de la moda. Si nos dan a elegir entre dos pantalones muy similares, pero uno de ellos lleva el nombre de una conocida marca, escogeremos el segundo.
Y lo haremos porque el hecho de ver la marca nos hará pensar que la prenda es de mejor calidad, más resistente, más bonita, etc, sin tener ninguna prueba de que eso es así.
Pero lo que este experimento demuestra es que, aunque podemos entender el efecto halo de forma racional, la mayoría de las veces no somos conscientes de que estamos bajo su influencia.
Esto es lo que hace que sea tan útil para vendedores y políticos. No sólo no nos damos cuenta de cuando nos afecta sino que, además, podremos negarlo con rotundidad en caso de que nos digan que nos ha influido.
Así, cuando vayas a tomar una decisión sobre algo o alguien o cuando quieras formarte una opinión objetiva sobre algo o alguien, pregúntante si el efecto halo te está afectando. Recuerda que lo «bello» no tiene que ser necesariamente «bueno».