Muchas personas no se dan cuenta de que necesitan introducir un cambio importante en sus vidas hasta que no «tocan fondo». Incluso a sabiendas de que están tocando fondo, les resulta más cómodo continuar con su vida tal como la conocen para no tener que afrontar el cambio y el miedo que ello conlleva.
Tanto es así que, para muchas personas, hasta que no tiene lugar un momento de inflexión, un momento dramático, no resulta evidente que no están haciendo las cosas como deberían.
Luchar por abandonar la zona de confort, ese lugar en el que somos «cómodamente infelices», supone un esfuerzo consciente por parte de la persona que quiere cambiar y, muchas veces la pereza, otras veces el temor a equivocarnos o simplemente a lo desconocido, son suficientes motivos para no ponernos manos a la obra.
Ahora bien, una vez nos encontramos en este punto en el que, de alguna manera, una parte de nosotros sabe que tenemos que actuar, debemos plantearnos si merece la pena permanecer como hasta entonces y cuál es el precio que pagamos por ello.
El hecho de continuar como siempre nos proporciona una cierta seguridad debido a la previsibilidad de lo que nos espera. Sabemos vivir de la forma en la que lo hemos hecho hasta ahora, por lo que no supone ningún riesgo. O ésto es lo que podemos pensar pero, ¿no es arriesgado continuar con una vida que no nos llena, no nos ilusiona, no nos aporta nada?.
Existen algunas señales de que nuestras vidas necesitan un cambio o de que nosotros necesitamos introducir cambios en ella, que son visibles antes de que la situación llegue al límite. Aunque, dependiendo de las circunstancias de cada uno pueden variar considerablemente, las señales que presentamos a continuación, son claros indicadores de que debemos cambiar de vida.
Señales de alerta: Necesitas cambiar de vida
1.No te alegra el éxito de los demás
De hecho, no solo no te alegra, sino que te hace sentir mal, te produce ansiedad, ira y envidia. No lo reconoces abiertamente pero no te hace especial ilusión celebrar los éxitos de tu mejor amigo. ¿Por qué?. Porque sabes que con tu actitud, no lograrás tener éxito tú también y, si no lo tienes tú, no quieres que lo tenga él tampoco.
2.Empiezas a somatizar
Es posible que, en los últimos meses, hayas enfermado varias veces o cualquier pequeña molestia física haya sido motivo suficiente para no ir a trabajar. No quieres ir a trabajar, odias ir a trabajar.
Es posible que el hecho de no querer ir a trabajar bajo ningún concepto esté provocando que tu cuerpo enferme. Es lo que se conoce como somatizar. Ir al trabajo te agobia en exceso y eso se traduce en dolor de tripa, de cabeza, etc.
3.Estás irascible
Últimamente eres como una bomba de relojería. Cualquier detalle insignificante hace estallar tu ira, tienes poca o ninguna paciencia y pasas el día con gesto serio y enfadado.
4.Soñar despierto
Es posible que pases muchas horas al día dejando volar la imaginación. «Si me tocara la lotería… no vería más la cara a mi jefe». Vale, en ésto hemos pensado todos, pero imaginar más de lo normal una vida que no es la nuestra, puede ser una señal de que deberíamos hacer algo por alcanzar esa vida que estamos soñando.
5.Hablar de los demás… para no hablar de uno mismo
Cotilleos, chismes, rumores… cualquier cosa es preferible que hablar de tu vida personal. Prefieres hablar (y criticar) la de los demás con la esperanza de que, de esta forma, tu vida deje de parecerte tan triste.
6.Todo bien, gracias
Es tu respuesta estándar. Cuando alguien se interesa por tu estado, cómo estás, cómo te va la vida, qué tal el trabajo, los niños, la pareja, tu respuesta es siempre similar. Todo está perfectamente cuando sabes que no es así, pero no te sientes capaz de contarlo.
7.»El teléfono móvil al que llama, está apagado o fuera de cobertura…»
Porque, en línea con el punto anterior, no te apetece tener que mentir a nadie hoy. Puede que mañana tampoco. Por eso no coges las llamadas de personas que sabes que llaman para ver cómo estás. Ya les llamarás… o no.
8.Y cuando llega la noche…
La noche o cualquier otro momento del día. Y es que, últimamente lloras más de lo normal. Estás más triste, tienes un sentimiento de pena en tu interior que busca salida en los momentos que estás más relajado o tienes más intimidad.
Llorar es una respuesta del cuerpo para liberar estrés y tensiones acumuladas. El problema viene cuando necesitas liberar estrés y tensiones demasiado a menudo.
¿Te sientes identificado con alguna de estas señales? El momento es ahora. A todos nos puede ocurrir, es muy sencillo dejarse llevar por la comodidad de los días. No debes culparte por ello.
Lo importante es darse cuenta y empezar a tomar medidas para cambiar de vida. Empieza por las pequeñas cosas, si quieres, pero no te detengas. Sabrás que estás en el camino del cambio cuando, echando la vista atrás, sientas más miedo de estar como estabas hace un tiempo que de lo que te depara tu nueva vida.
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