El mindfulness nos ayuda a conectar con una parte más profunda de nosotros mismos, con aquello que realmente somos, sin pensamientos intrusos ni máscaras, y transforma nuestras emociones.
Practicar mindfulness (o atención plena) diariamente, es una buena forma de llevar paz a la mente. Cuando alcanzamos ese estado de calma mediante la práctica de esta tarea autorreflexiva, nuestra creatividad mejora, tenemos mejores relaciones y nuestra salud está mas cerca de librarse del fantasma de la ansiedad o la depresión.
Mindfulness: ¿Qué es la atención plena?
El mindfulness consiste en un estado de alerta y de focalización en el presente, es decir, se trata de centrarse en lo que sucede en el momento presente. El estado de conciencia que proporciona el mindfulness hace que seamos capaces de prestar atención a lo que ocurre ahora mismo.
El estado de conciencia ordinaria, por su parte, conlleva miles de pensamientos que rondan nuestra mente en cualquier momento, prácticamente sin descanso. Estos pensamientos hacen referencia a experiencias pasadas y a expectativas futuras y no permite que nos centremos en el presente de forma completa.
A nivel físico, nuestro cuerpo interpreta esos pensamientos como reales y presentes por lo que constantemente se encuentra, bien atrapado en asuntos del pasado, con sentimientos de tristeza o depresión, o bien en estado de alerta por situaciones que están por llegar, experimentando ansiedad al anticipar situaciones negativas.
Casi todo el malestar diario que padecemos está relacionado, de una u otra forma, con estos dos tipos de pensamiento.
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Entender el mindfulness
Mindfulness: La doble conciencia
La doble conciencia o conciencia dual, es el primer paso que debemos dar para practicar la atención plena (mindulness). La conciencia dual es el reconocimiento de «el experimentador» y «el observador» que hay en cada uno de nosotros.
- El experimentador es la parte de nosotros mismos en la que nos movemos cada día. Se encuentra sumergida por completo en los acontecimientos diarios, sintiendo emociones, realizando acciones, teniendo pensamientos, etc.
- El observador es la parte que analiza de forma neutra todo lo que le ocurre al experimentador. El observador narra nuestra experiencia de forma sencilla, por ejemplo, si nos enfadamos, el observador apunta «en este momento tengo sentimientos de ira/rabia».
Mindfulness: Experimentador al mando
En nuestra cultura tendemos a identificarnos con nuestras experiencias por lo que el experimentador se encuentra «al mando» la mayor parte del tiempo. Siguiendo con el ejemplo anterior, si nos enfadamos, nos identificamos completamente con el sentimiento y nos «convertimos» en él.
De esta forma, esas experiencias adquieren carácter atemporal, es decir, cuando me pasa «x», siempre reacciono de esta forma, siempre he reaccionado de esta forma y siempre reaccionaré de esta forma.
Esta identificación con las experiencias emocionales, impide que tengan cabida otras formas de reacción posibles que también están «en nosotros». Al impedir el acceso de esas nuevas conductas alternativas, nos perdemos a nosotros mismos y a nuestra autenticidad.
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Si nos enfadamos y solemos reaccionar de forma agresiva, al identificarnos con esa conducta cerraremos las puertas a las reacciones de humor, de imaginación o de racionalidad que también podrían haber surgido en ese momento.
Podemos pensar en una experiencia dolorosa del pasado y en el «poso» que esa experiencia dejó en algún lugar de nuestro interior. Es una sensación latente, continua.
Cuando arrastramos experiencias del pasado entorpecemos nuestro propio desarrollo. A partir de las experiencias del pasado, desarrollamos creencias básicas en base a las mismas, que van a determinar la forma en que nos comportamos y vemos el mundo el resto de nuestra vida.
Según vamos creciendo, nuestras nuevas experiencias se integran con las creencias que nos habíamos formado, lo cual las refuerza y reafirma.
Mindfulness: Observador, actor principal
Si esas creencias son dañinas («yo no puedo hacer eso», «no soy suficientemente bueno en aquello», «no soy digno de que me quieran», etc.), experiencia tras experiencia, activaremos esas viejas creencias y, con ello, el dolor que las acompaña, por lo que debemos abordarlas con trabajo personal, bien en psicoterapia o bien por nosotros mismos
Para detener este círculo tóxico, debemos introducir al «observador» en escena. El observador reconoce que toda experiencia es transitoria y que, por muy intenso y doloroso que sea, todo lo que viene se va.
Así, ante un episodio de enfado, el experimentador dice «me siento muy enfadada», mientras que el observador dice «estoy enfadada ahora mismo». Aunque es un ligero matiz, la diferencia es abismal, ya que el observador tiene muy claro que el sentimiento le está atravesando en ese momento pero que se irá y «él no es ese sentimiento».