Nos recuerdan la importancia de la autenticidad cuando constantemente se nos repite la expresión «debes ser tu mismo» casi como si fuera un mantra. Y lo cierto es que damos por hecho que lo somos, cuando en realidad resulta muy complicado ser uno mismos siempre, en todas las circunstancias y contextos.
La autenticidad implica ser uno mismo, ser exactamente igual en nuestro interior y con los demás. Significa que exista congruencia entre lo que realmente somos (sin máscaras ni defensas) y lo que mostramos ser, sin que nos preocupe lo que los demás puedan pensar sobre nosotros.
Alejarse de la autenticidad
Para que ésto sea así, primero debemos saber quiénes somos, conocernos a nosotros mismos. Esta tarea tampoco es nada fácil ya que estamos sometidos a múltiples fuentes de presión y moldeamiento, muchas veces sin darnos cuenta.
La presión social puede ser enorme si alguien se «aleja» de lo que se considera que debe ser una persona. Los medios nos bombardean todo el tiempo con infinidad de modelos de persona «ideales», por no hablar de la necesidad de aceptación que, muchas veces lleva a la gente a comportarse de forma incoherente con ellos mismos sólo para ser aceptado o agradar a los demás.
Todos estos (y más) factores, hacen que alcanzar la autenticidad sea muy sencillo de decir y muy complicado de llevar a cabo.
La incoherencia entre lo que realmente somos y lo que mostramos ser (a nosotros o a los demás) es una fuente de intensa ansiedad, conflictos emocionales y relacionales, e infelicidad.
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Muchas veces ni siquiera somos conscientes de que nuestro malestar pueda tener relación con una despreocupación por la autenticidad que hay en nosotros, ya que la vamos perdiendo poco a poco, nos vamos perdiendo a nosotros mismos poco a poco.
Con el paso de la vida, vamos asumiendo roles que se esperan de nosotros, comportamientos que consideramos deseables, nos vamos tejiendo un «disfraz» y vamos perdiendo el contacto con la persona que realmente somos.
Pero no debemos darlo todo por perdido. Con un adecuado trabajo y perseverancia, podemos volver a encontrarnos a nosotros mismos, nuestra esencia, la autenticidad de ser lo que realmente somos, sin artificios.
Para comenzar el trabajo, que será un proceso duro ya que mucho de lo que creemos ser, lo somos porque nos ha sido impuesto, porque hemos ocultado facetas de nosotros mismos que no aceptamos, entre otras, debemos empezar por formularnos las preguntas adecuadas.
Cuestionarse a uno mismo
Empezar a realizarnos preguntas nos proporcionará las respuestas, las piezas para volver a elaborar el puzle de nuestra identidad. Aquí vamos a señalar algunos ejemplos de preguntas para comenzar a trabajar la autenticidad.
- ¿Cómo crees que «deberías» ser, según tu criterio?
- ¿Cuándo puedes dejar a una persona marchar y cuándo no?
- Intenta vivir en el presente durante un día, ¿cómo te sientes?
- ¿De qué dudas tienes que deshacerte para ser tú mismo? ¿Qué obstáculos te impiden ser tú mismo?
- A medida que vas trabajando la autenticidad, ¿qué aspectos de ti mismo están apareciendo?
- ¿Qué papel ha cumplido tu ego en el pasado y cómo te ha afectado?. ¿Ha tenido el ego el control de tu voluntad?
- Cuando el ego aparece en ti, ¿en qué te convierte?, ¿en quién te convierte?
- ¿Qué te ha llevado a buscar a tu verdadero «yo»?, ¿te perdiste a ti mismo?
El trabajo con la autenticidad, llegar a ser más «nosotros mismos», es una tarea que nos garantiza un mayor grado de bienestar emocional, además de que, con el trabajo adecuado, lograremos tener una vida más plena, más genuina y con más sentido.
Y es que cuando vamos conociéndonos a nosotros mismos podemos ir limando los aspectos que no nos gustan y fortaleciendo los que sí. Esto se traduce en una mayor confianza y seguridad en nosotros mismos, lo que nos lleva a enfrentar los desafíos con una nueva actitud.
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