La aparición de sentimientos de terror agudo, sin una causa aparente y de forma repetida, son las características principales definitorias de este trastorno.
¿Qué es el trastorno de pánico?
Por norma general, las personas que sufren trastorno de pánico no pueden predecir la ocurrencia de los ataques y, a raíz de ello, pueden presentar ansiedad intensa entre episodios de pánico por la incertidumbre acerca de la aparición de uno nuevo.
El ataque de pánico puede cursar con taquicardia, aumento de la sudoración y sensación de mareo o desmayo. En ocasiones, puede haber sensación de entumecimiento de determinadas partes del cuerpo como las manos, o sensación de frío.
También puede aparecer dolor en el pecho, sensación de asfixia e irrealidad y un fuerte miedo a una muerte inminente o a la pérdida de control. El individuo puede pensar que está sufriendo un infarto, un derrame cerebral o que se está muriendo.
El ataque de pánico puede tener lugar en cualquier momento, incluso mientras se duerme (aunque los casos son minoritarios), y pueden extenderse desde un par de minutos hasta 10 (en casos muy raros pueden alcanzar una hora de duración).
El trastorno de pánico es más frecuente (dos veces más) en mujeres que en hombres y puede aparecer a cualquier edad, aunque lo normal es que aparezca en adultos jóvenes.
La presencia de ataques de pánico no significa, necesariamente la presencia del trastorno, existiendo personas que sufren algún ataque de pánico puntual que no vuelve a repetirse. El trastorno de pánico puede ser muy incapacitante si no se aplica un tratamiento.
Algunas personas que presentan el trastorno son capaces de predecir la aparición del ataque de pánico, lo que ha llevado a modificar el criterio diagnóstico del DSM en su última versión (V), que excluía a estas personas.
Junto con el trastorno de pánico, pueden desarrollarse otros trastornos «secundarios» o «paralelos» (comórbidos) como la depresión, el abuso de alcohol/drogas con el objetivo de minimizar los síntomas y fobias relativas a lugares o situaciones en las que ha tenido lugar un ataque de pánico.
La vida de una persona con trastorno de pánico puede verse muy limitada debido a que pueden evitar llevar a cabo actividades cotidianas como hacer la compra, conducir o, incluso, salir de casa. En ocasiones, pueden hacer frente a estas situaciones si van acompañadas de otras personas de confianza ya que se sienten menos indefensos.
Cuando la vida de estas personas se restringe en extremo, podemos estar hablando de agorafobia (miedo o ansiedad anticipatoria hacia las situaciones en las que escapar o pedir ayuda es difícil si se sufre un ataque de pánico).
Síntomas específicos del trastorno de pánico
Para diagnosticar el trastorno de pánico, el individuo debe experimentar ataques recurrentes de pánico (esperados o no), y al menos uno de ellos debe haber ocurrido durante el último mes, acompañado de uno o más de los siguientes síntomas:
- Preocupación persistente sobre las consecuencias de sufrir un ataque de pánico (como la pérdida de control, sufrir un infarto o volverse loco) o sobre sufrir un nuevo ataque.
- Cambio de comportamiento significativo relacionado con los ataques de pánico (evitar situaciones, por ejemplo).
- Los ataques de pánico no se deben a los efectos directos de una sustancia (alcohol, droga, medicamentos) ni a una enfermedad médica.
La aparición de ataques de pánico no se puede explicar mejor por otro trastorno mental, como la fobia social, fobias específicas, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de estrés postraumático o trastorno de ansiedad por separación.
El trastorno de pánico puede cursar con o sin agorafobia, por lo que no se considera criterio de diagnóstico. El trastorno de pánico, con o sin agorafobia, puede ser muy grave e incapacitante por lo que debe ser tratado por un especialista de la salud mental.
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