Tratar de complacer a todo el mundo es agotador. Debemos aprender a decir «no» cuando lo sintamos así, de lo contrario nos veremos comprometidos en un millón de tareas que nos van a quitar tiempo y energía, ambos recursos muy limitados.
Además de ésto, probablemente nos agobiemos nos estresemos y acumulemos una gran cantidad de frustración que tendrá consecuencias negativas para nosotros. ¿Qué hacemos? Aquí van algunas pistas.
Aprende a decir «no», aprende a poner límites
Y no nos referimos a esas ocasiones en las que accedemos a hacer algo que no nos gusta o que no queremos porque es necesario, por un bien mayor o futuro, etc. La clave está en que lo que hagamos se encuentre alineado con nuestra forma de ver las cosas o con nuestros valores y principios. Si no es así, entonces es necesario aprender a decir «no» desarrollando nuestra asertividad.
Aprende a decir «no» al qué dirán
El primer punto que debemos trabajar es la preocupación por la opinión de los demás. Todo el mundo se forma una opinión de las demás personas, incluso tú. Pero la persona que vive su vida, hasta sus últimas consecuencias, es uno mismo. Por ello, que a una persona le parezca mejor o peor nuestra decisión, no puede ser determinante a la hora de decidir.
Con esto no queremos decir que su opinión no sea tenida en cuenta, por ejemplo, cuando alguien que nos quiere trata de darnos un consejo, el cual podemos tener en cuenta e incluso puede abrir nuestra perspectiva de la situación. Pero en última instancia, se trata de no anteponer las necesidades de los demás a las nuestras, no tomar decisiones en función de lo que otras personas piensen. Debemos desarrollar un criterio propio y no perder de vista nunca las consecuencias que una decisión tendrá para nosotros mismos.
Lo que uno mismo quiere
En segundo lugar, debemos empezar a atender nuestros deseos. Tampoco nos referimos a obviar o ignorar los deseos de los demás, claro. Si cada uno pensara únicamente en sus propios deseos las relaciones serían muy complicadas, seríamos muy egoístas y ninguno tendría en cuenta ni pensaría en la felicidad de otras personas. No suena muy bien, ¿verdad?. La calve es encontrar el equilibrio.
Cuando alguien nos pide algo, debemos detenernos y hacernos una serie de preguntas. Un ejemplo, podrían ser algunas de estas:
¿Qué me están pidiendo? ¿Qué gano o pierdo si lo hago? ¿Qué supone para mí y qué supone para la otra persona? ¿Debo renunciar a algo que yo quiero para poder dar lo que me piden? ¿A qué debo renunciar? ¿Renunciando a esto o aquello estoy cruzando alguno de mis límites o transgrediendo alguno de mis principios? ¿Qué consecuencias tiene para mí a corto o a largo plazo?.
La respuesta a estas preguntas nos indicará si debemos acceder o no a lo que nos piden. Ahora bien, para poder responderlas, es necesario que tengamos claro lo que queremos, dónde están nuestros límites y cuáles son nuestros valores y principios.
Aprende a decir «no» a la perfección
Entre otras cosas, porque no existe. No podrás serlo nunca como nadie lo ha sido ni lo será. Además, la perfección es algo relativo y varía en función a cada persona, cada sociedad e incluso a cada periodo temporal o histórico. Debemos asumir que no podemos complacer a todo el mundo, no podemos tratar de satisfacer a todos ni de hacer a todo el mundo feliz, no es posible. Ni siquiera podemos hacernos felices a nosotros mismos todo el tiempo.
De modo que debemos mentalizarnos de que defraudaremos a algunas personas como otras nos defraudarán a nosotros. Podemos incluso defraudarnos a nosotros mismos en alguna ocasión, sí, es humano. Sin embargo, con ello no debemos justificar que no tratemos de hacerlo mejor, con los demás si creemos que lo merecen, y por supuesto, con nosotros mismos. La calve, de nuevo, está en mantener el equilibrio.
No querer herir a otros
Preocuparnos por los sentimientos de los demás, por su sensibilidad, es una forma de empatía, de inteligencia emocional, muy necesaria en todas las relaciones. Ahora bien, en extremo puede llevarnos a anteponer la sensibilidad de los demás a la nuestra propia.
Y es que, si bien preocuparse por los sentimientos de los demás es una gran habilidad, preocuparnos por los propios sentimientos es una habilidad básica a la hora de proteger nuestra propia sensibilidad y salud emocional. Por ello, si no herir los sentimientos de otro nos llevara a herir los nuestros, debemos estudiar con detalle qué está pasando antes de tomar ninguna decisión.
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¿Cómo aprendo a decir «no»?
Bueno, con perseverancia, con sentido común y sobre todo con mucha práctica. Aquí van unos pasos orientativos:
- Entiende qué te están pidiendo concretamente, no hagas suposiciones, trata de entender lo que se te pide de forma objetiva, y pregunta lo que necesites hasta que lo tengas claro.
- Toma el tiempo que necesites para tomar tu decisión. Puede que necesites tiempo para conocer el alcance de la petición o tus sentimientos al respecto. No tengas prisa.
- Una vez tengas tomada la decisión, trata de comunicarte de forma asertiva, no defensiva o agresiva. Habla en primera persona sobre tu punto de vista y las razones por las que has tomado la decisión, desde el respeto y exponiendo los motivos de forma ordenada y calmada. Tanto si es un sí como un no, o cualquiera de ellos con condiciones negociables.
- Si decides negociar con la otra persona, mantén los principios del punto anterior y toma espacio o tiempo si lo necesitas, tantas veces como sea necesario.
- Finalmente, ten siempre presente que cada uno es responsable de la parte que le corresponde y que en una negociación ambas partes ceden pero ambas partes ganan. Recuerda: equilibrio.
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Los ingredientes de la receta
Porque puede parecer una lista de sencillos pasos que, a la hora de la verdad, no es tan fácil poner en marcha. Para llevarlos a cabo hace falta que contemos con determinadas herramientas, como avanzábamos antes.
En resumen, para aprender a decir «no» harán falta una serie de valores, de principios y de líneas que nada ni nadie debe cruzar. Para ello debemos saber qué queremos y qué no queremos, qué estamos dispuestos a dar y qué no, qué seremos capaces de negociar y qué no. Y para ello, a su vez, debemos tener una buena autoestima de base, ¿por qué?
Porque si aprendemos a ver quiénes somos aprenderemos a ver nuestro valor, y viendo nuestro valor, aprenderemos a protegernos como algo valioso. De esta forma, a cualquier cosa que creamos que afecta negativamente o puede dañar ese «algo valioso» (nosotros), le pondremos freno. Construiremos una muralla de valores y principios en cuyo interior nos encontraremos nosotros, protegidos por una serie de límites y aprenderemos a mantener fuera de ellos todo lo que pueda dañarnos. Y lo haremos con la seguridad y serenidad de quien tiene la certeza de estar haciendo lo correcto.
El efecto es bidireccional. Querernos es aprender a decir «no» y aprender a decir «no», es querernos.
Desarrollar todas estas habilidades no es sencillo. Son muchas las inseguridades que nos afectan y las emociones que pueden sesgar de alguna forma que veamos con claridad dónde empiezan nuestros límites y dónde los de los demás. En Psicología en el Bolsillo te facilitamos técnicas y herramientas para desarrollar una buena autoestima, una mayor asertividad y una toma de decisiones más eficaz, entre otras, y de forma totalmente online. Pulsa en este enlace para obtener más información sobre nuestros psicólogos online y nuestras terapias.
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